Columna de Celestino Cesareo Guzmán
El relanzamiento del Partido de la Revolución Democrática en Guerrero, bajo la consigna de “Un Nuevo Comienzo”, no es un acto menor ni un simple intento de reposicionamiento mediático. Es tomar posturas claras y firmes a favor de las causas sociales.
Guerrero no es tierra para partidos tibios ni simuladores. Aquí la gente ha luchado con el corazón, con su historia, con su sangre. Por eso, el PRD tiene hoy la obligación de reivindicar esas luchas con dignidad. No se trata de volver por volver. Se trata de volver para cambiar.
Es, o debe ser, un momento de definición. Porque en un estado como Guerrero, que ha atravesado profundas desigualdades, violencia estructural y traiciones políticas acumuladas, no basta con cambiar los colores o volver a caminar las calles.
El PRD nació de la lucha social, de la ruptura con el autoritarismo, de los ideales de justicia, democracia participativa y defensa del bien común. Perdimos la ruta de crecimiento cuando dejamos de escuchar a la gente y comenzamos a mimetizarnos con las prácticas que juramos combatir.
Hoy que nos atrevemos a hacer autocrítica, a caminar de nuevo las calles, a mirar de frente a la ciudadanía, debemos hacerlo con una convicción profunda: regresar a nuestras raíces, no para repetirlas, sino para darles sentido en el México y el Guerrero de hoy.
Hace falta una revolución ética en nuestro partido y en la política guerrerense. En nuestro caso, vamos por una sacudida interna que nos devuelva a nuestra raíz: la izquierda verdadera. No la del discurso, no la del gatopardismo, sino la del compromiso.
Volver a la izquierda es romper con el clientelismo que ha convertido a los movimientos sociales en administradores de migajas, mientras las causas quedan relegadas. Es dejar de ver a los líderes comunitarios como operadores electorales y reconocerlos como sujetos políticos con voz y agenda propia. Es rechazar la lógica de la dádiva a cambio del voto y apostar por un nuevo pacto social desde abajo, donde el Estado no administre la pobreza, sino que garantice derechos.
Durante años —demasiados— el sistema político convirtió a las causas sociales en mercancía electoral. Se lucró con la pobreza, se administró la marginación como si fuera botín y se usó a los movimientos como peldaños para escalar posiciones de poder.
Hoy, si queremos reconstruir el PRD, no se trata de nostalgia, sino de convicciónes.
“Un Nuevo Comienzo” para el PRD Guerrero debe significar algo más profundo: un reencuentro con los principios que nos dieron fuerza política y prestigio. Los guerrerenses no quieren un partido más que prometa lo mismo que los demás. Lo que reclaman es un partido que los escuche y acompañe en sus luchas, sus causas; que no los visite en cada elección, sino que construya con ellos día a día.
Por eso, reposicionar al PRD implica impulsar una agenda legislativa que surja de las regiones donde nacen las necesidades del pueblo: el campo, la ganadería, el acceso al agua limpia, el turismo como motor de desarrollo, la salud para todos, la infraestructura carretera, los presupuestos participativos.
No más partidos encerrados en oficinas: que el PRD vuelva a los comités de base, a las asambleas comunitarias, a los centros de trabajo y a las universidades. Debemos reencontrarnos con los jóvenes.
Abrir todas las candidaturas y estructuras partidistas a los movimientos sociales y liderazgos, no solo como cuotas simbólicas.
Es tiempo de que las luchas históricas del magisterio, de los pueblos indígenas, del feminismo, de la diversidad sexual, de las mujeres, los jóvenes y la comunidad afro vayan a las boletas electorales sin filtros ni intermediarios, cobijados por el PRD Guerrero.
Establecer un código ético de congruencia partidaria. Como dijo Benito Juárez: ser de izquierda es ser honesto y de buen corazón.
El nuevo comienzo del PRD es posible. Será con la fuerza de quienes resisten, con la memoria de quienes cayeron luchando y con el compromiso de construir, desde abajo y a la izquierda, un Guerrero más justo, más libre y más nuestro.
Un nuevo comienzo debe ser más que una consigna. Debe ser un acto de coherencia. El pueblo de Guerrero necesita un partido que cuestione al poder y le exija resultados.
El PRD puede ser ese partido, uno que con valentía no se acomoda ante el poder ni se calla.
Porque en Guerrero, donde la injusticia parece ser norma, ser de izquierda no es un adorno ideológico: es una obligación moral.
Un nuevo comienzo, sí. Pero con los pies en la tierra y el corazón en la lucha. Veremos.